Sobre Isha

Hace millones de años, tantos que el propio transcurso del tiempo ha borrado sus recuerdos, una raza con portentosos poderes pobló la galaxia. Las leyendas eldar más antiguas los llaman los “Ancestrales” y sus habilidades trascendían la comprensión de los meros mortales.

Controlando el tiempo y el espacio a su antojo, los Ancestrales moldearon la galaxia usando sus poderes arcanos sobre la disformidad. La dimensión paralela al universo material sobre la cual se reflejan todas las emociones de los seres vivos. El inmaterium. El espacio disforme.

Ellos fueron los que sacaron a los ancestros de la raza eldar de su estado primitivo. Les regalaron el don de la civilización y las herramientas necesarias para utilizar los poderes de la disformidad. Aunque los eldar nunca llegaron al grado de maestría del que hacían gala los Ancestrales, aprendieron a controlar los vientos de disformidad en su provecho mediante poderes menores. Y eso fue del agrado de sus tutores.

Así, con el desarrollo de la psique del pueblo eldar empezaron a formarse entes en el universo disforme paralelo. Estas eran reflejo de las más arraizadas creencias y supersticiones eldar. Pronto, estas entidades fueron lo suficientemente consistentes como para trascender al plano material. Y así fue como nacieron los dioses eldar:

Asuryan, padre de dioses y señor del equilibrio. Juez imparcial y guardián implacable.

Khaine, señor de la guerra y fuente de ira. El que empuña la lanza contra el enemigo.

Lileath, vidente y adivina. Guía entre las profundidades del inmaterium.

Vaul, dios de la forja y la destreza. Creador de armas y gemas igualmente perfectas.

Kournous, cazador entre la espesura. Señor de la naturaleza.

Isha, madre de todos los eldar. Diosa protectora, procuradora de fecundidad.

Y otras muchas más deidades menores fueron creadas. Y convivieron en paz con el pueblo eldar pues estos le procuraban su veneración y aquellos les proporcionaban todos los dones habidos en la galaxia.

Pero la tranquilidad fue quebrada. Pues Lileath profetizó que los dioses verían su fin a manos del pueblo eldar. Y hubo una gran consternación entre todas las deidades, pero la furia de Khaine no tenía rival y decidió erradicar a todos los eldar para evitar la siniestra profecia de Lileath. Sin embargo, Khaine no llegó a ejecutar sus palabras pues Isha intercedió a favor de los eldar ante Asuryan, y el Dios Juez viendo que nada bueno podría venir de la ira de Khaine decidió separar a Dioses y eldar mediante una barrera infranqueable. De manera que ni unos ni otros pudieran estar más en contacto entre sí.


Pero Isha, que amaba a sus hijos por encima de todas las cosas, lloró amargamente por la decisión del Padre de los Dioses. Y Vaul, compadeciéndose de la tristeza de la Diosa Madre, cogió sus lágrimas y con ellas elaboró las gemas más finas y perfectamente elaboradas que nunca hubo o habrá.

Isha enjugó sus lágrimas pues mediante las joyas elaboradas por el Dios de la Forja podría comunicarse con sus hijos pese a la prohibición del Dios Juez. Y así hizo, regalándoselas a los más grandes de entre los eldar. Mediante las gemas Isha y Kournous, pues eran los dioses que en más estima tenían a los eldar, evitaban la prohibición de Asuryan y guiaban y enseñaban al pueblo que amaban.

Pero Khaine cayó en cuenta de la burla y corrió a comunicar al Dios Juez que su decisión había sido violada. Y Asuryan, advirtiendo la celada, permitió a Khaine tomarse justicia. Y así, el Dios del Asesinato apresó a Isha y Khournous y los cargó de pesadas cadenas de hierro antes de llevárselos consigo a su reino tenebroso.

Aquí termina la leyenda de las Lágrimas de Isha. Una advertencia para todos aquellos que osan cuestionar las decisiones del Gran Juez. Sean estos Dioses o mortales.

Decenas de miles de milenios después, los Ancestrales regresaron.

Habían partido como seres omnipotentes. Casi Dioses a los ojos de los primeros eldar. Pero los Ancestrales que ahora se presentaban no eran los que se relataban en las leyendas.

Sus naves plateadas se encontraban dañadas y surcaban el espacio con dificultad. Sus hombres se encontraban heridos y morían de cansancio y sus psíquicos, antes de mirada noble y poderosa, se sobrecogían ante las mareas de disformidad.

Los Ancestrales habían entrado en guerra contra una raza casi tan antigua como ellos: los Necrontyr. Y la estaban perdiendo.

Los Necrontyr, movidos por el odio hacia los Ancestrales, habían desencadenado poderes arcanos que ni tan siquiera comprendían. En su locura, habían liberado a los C`Tan de su largo sueño. Horrores formados por energía pura, los C`Tan habían servido en un principio a los Necrontyr pero pronto los esclavizaron y se convirtieron en sus amos. En una orgía de devastación que duró siglos los C`Tan devoraron a los Necrontyr saciando así su eterna sed. La raza que había desatado la Guerra de los Cielos fue convertida por voluntad de los C`Tan en una legión de máquinas cuyo único objetivo era servir a sus amos en su perpetua cosecha de la galaxia. Los eldar los llamaron Yngir y pronto la lucha tiñó las estrellas de sangre.

Los Ancestrales habían intentado luchar contra los C`Tan y sus servidores mecánicos, pero en los primeros compases de la guerra fueron casi aniquilados.

Entonces, movidos por la desesperación, los Ancestrales giraron su mirada hacia las razas con las que habían entrado en contacto en el pasado. Impulsaron a los eldar a hacer más y profundos avances en el uso de la disformidad como arma. Ya que los C`Tan eran vulnerables a este tipo de ataques, pues para ellos el espacio disforme era el vacío, un anatema de su propia existencia.

Los eldar y los Yngir lucharon largamente por toda la galaxia. Fue en este momento cuando la raza eldar proyectó hacia la disformidad sus sentimientos más ocultos. La desesperación, el sufrimiento y la ira sufrida por los eldar a un nivel nunca antes visto fueron aglutinándose en el océano de la dimensión paralela. Como la podredumbre de una herida mal curada.

En su necesidad, los Ancestrales crearon nuevas razas galácticas que les sirvieran como arma. Muchas de estas razas fueron exterminadas por los C`Tan, pero otras como los Kork, los K`nib y los Jokaero sobrevivieron a la plaga de los vampiros espaciales.

Finalmente, el propio Dios del Asesinato Khaine acudió a la guerra contra los C`Tan y sus aliados Yngir. Khaine había hecho un pacto con Vaul.

El Dios de la Forja, compadeciéndose de sus hermanos que sufren tormento prisioneros de Khaine, se comprometió a forjar para el Dios de la Guerra 100 espadas únicas en el universo. Cuya fuerza y filo no sean igualadas por ninguna espada forjada jamás. A cambio, pide la libertad de Kournous e Isha.

El Dios del Asesinato accede al pacto con el Forjador. Sin embargo Vaul, incapaz de forjar las 100 espadas en el plazo previsto, mezcla una espada corriente junto con los 99 filos espectrales que ha forjado para Khaine. Éste, sin sospechar nada libera a Kournous e Isha y, tomando las 100 espadas, marcha a la guerra contra los C`Tan.

A su lado, luchan 100 héroes eldar armados cada uno con un filo espectral. Durante siete días y siete noches combaten contra un mar de engendros metálicos. Sin embargo, a la caída del séptimo día, un guerrero flaquea. Es Lanthrilaq el Veloz. Su espada parece pesada e imperfecta. El filo de su arma no contiene vida.

Aprovechando el punto débil, los Yngir atacan y desbandan a los guerreros eldar. Khaine ruge de rabia al descubrir el engaño. El Dios de la Guerra resuella un último desafio contra el más poderoso de los C`Tan: Khaelis-Ra. El Portador de la Noche. El que acaba con la luz.

La lanza de Khaine y la guadaña de Khaelis-Ra se encuentran sobre un océano de cadáveres. Khaelis-Ra es paciente. Todo lo paciente que puede ser la encarnación de la muerte en el plano físico. Sabiendo que tarde o temprano su oponente agotará sus fuerzas y entonces podrá segar la cosecha madura.

Sin embargo, un tercer contendiente participa en la pelea. Sus movimientos son sutiles y su forma tan sólo sombras. Es el Dios que Ríe, el Embaucador o Mephet´ran puesto que sus caras son miles y los subterfugios que usa en la guerra son tan numerosos que no es posible descubrir no ya su identidad sino ni tan siquiera su alineamiento.

De esta manera, el Dios que Ríe distrae a Khaelis-Ra de la lucha. Nada más necesita Khaine para ensartar al enemigo con su lanza. Khaelis-Ra derrotado, se retira del plano material, pero el aullido de su espíritu amargado por la derrota es audible por toda la galaxia. Así fue como la semilla del miedo a la muerte fue sembrada en el alma de todas las razas. Tan sólo los Krork se salvaron de ella y esa es la causa de que no teman al fin de la vida que aguarda a todos los mortales.

Aún victorioso, Khaine ha sufrido numerosas heridas. Miles de fragmentos metálicos de la carcasa destruida de Khaelis-Ra se clavan en su piel torturándole por toda la eternidad. No obstante, el ansia de venganza es aún mayor en él y, aún con sus fuerzas mermadas, Khaine acude dispuesto a cobrarse justo precio por la traición de Vaul.

Durante este tiempo Vaul ha forjado la centésima espada. Imbuyéndola de los más letales poderes. Es el arma definitiva. Más letal que el veneno y más caliente que mil soles: Erradicadora.

Vaul se dispuso a enfrentarse a Khaine con su letal arma, pero es en este momento cuando el más grande de los héroes eldar intercede. Eldanesh, el de alta mirada.

Derrotada la amenaza de los Yngir y expulsada la oscuridad de Khaelis-Ra, Eldanesh no quiere que la guerra se extienda a las cúpulas celestiales. Tomando Erradicadora de las manos blancas de Vaul, Eldanesh se enfrenta a Khaine en un intento de atajar su furia.

El Dios de la Guerra es un adversario mortal. Sin embargo, el gran poder de Erradicadora es letal en las diestras manos de Eldanesh y la lucha se alarga durante horas.

Finalmente, el poder de un Dios es demasiado incluso para la figura de Eldanesh y el eldar cae abatido. Khaine, sediento de rabia y furia, sumerge su mano en el sangrante cuerpo de Eldanesh. Para los eldar Khaine se convertirá en el Dios de la Mano Ensangrentada. Y así, cuando su plano físico se manifiesta ante ellos el avatar de Khaine muestra un espectro horrible, cuya mano gotea incesantemente la sangre de Eldanesh.

Fue de esta manera, con el sacrificio del gran Eldanesh, como acabó la Guerra de los Cielos.

El pueblo eldar cumplió su luto y tomó los merecidos frutos de su victoria. Todo lo que abarcaba la mirada era suyo y nadie ni nada podía disputarles el dominio de la galaxia.

Los hijos de los eldar que habían luchado en la Guerra de los Cielos mantuvieron la mirada atenta y las espadas preparadas. Sus nietos guardaron los fuegos ceremoniales y respetaron las ceremonias. Los hijos de los nietos recogieron el testimonio de antiguas historias que aseguraban que, tiempo atrás, una gran contienda había asolado la galaxia. Los nietos de los nietos escucharon las leyendas, incrédulos. Los hijos de los nietos de los nietos que habían luchado en la Guerra de los Cielos desecharon los relatos, por ridículos, y miraron siempre hacia delante sin pararse a contemplar el pasado.

Así se fraguó la catástrofe. El principio del fin de los días. La gran persecución. La Caída.

Tomaron más de lo que les correspondía, sin ni siquiera ofrecer nada a cambio. Los eldar habían conquistado toda la galaxia y forjado un poderoso imperio, pero no habían derramado ni una sola gota de sudor en el proceso. Pronto el precio de lo más vanal fue desorbitado y sólo lo más oculto, retorcido y horrible era objeto de deseo por el eldar común. ¡Hasta tal punto se veían colmadas todas las necesidades de este pueblo maldito!

Nadie podrá decir que no hubo señales del mal que se avecinaba, pero no hubo quien atendiera o supiera desentrañar su significado . De la fuente de Bvarthó, creada por la propia mano de Isha, manó sangre durante semanas hasta que se secó para siempre. Las lágrimas de Lhorain cayeron sobre Ivranill arrasando el obsceno culto del Guantelete de Terciopelo. Un millar más de avisos fueron enviados por los dioses a su pueblo, pero este les dio la espalda.

Días antes de la Caída, las mareas de disformidad que bordean el plano físico se retiraron. Los videntes se vieron inundados por dantescas visiones de matanzas sin fin. Muchos de ellos se lanzaron a las calles a realizar lo que habían visto. La destrucción se había cernido ya sobre el imperio eldar, simplemente aún no se habían dado cuenta.

Nectarinas olas de disformidad pura rebasaron sus cauces habituales e impactaron de lleno en el plano material del espacio. La galaxia se inundó, filtrándose la disformidad por miles de agujeros creados por la locura eldar. Las orgullosas torres eldar fueron arrasadas en meros segundos. El imperio se hundía en su propia bilis.

"Y contemplaron la destrucción y los locos rieron porque reconocían el final"


Hace millones de años, tantos que el propio transcurso del tiempo ha borrado sus recuerdos, una raza con portentosos poderes pobló la galaxia. Las leyendas eldar más antiguas los llaman los “Ancestrales” y sus habilidades trascendían la comprensión de los meros mortales.

Controlando el tiempo y el espacio a su antojo, los Ancestrales moldearon la galaxia usando sus poderes arcanos sobre la disformidad. La dimensión paralela al universo material sobre la cual se reflejan todas las emociones de los seres vivos. El inmaterium. El espacio disforme.

Ellos fueron los que sacaron a los ancestros de la raza eldar de su estado primitivo. Les regalaron el don de la civilización y las herramientas necesarias para utilizar los poderes de la disformidad. Aunque los eldar nunca llegaron al grado de maestría del que hacían gala los Ancestrales, aprendieron a controlar los vientos de disformidad en su provecho mediante poderes menores. Y eso fue del agrado de sus tutores.

Así, con el desarrollo de la psique del pueblo eldar empezaron a formarse entes en el universo disforme paralelo. Estas eran reflejo de las más arraizadas creencias y supersticiones eldar. Pronto, estas entidades fueron lo suficientemente consistentes como para trascender al plano material. Y así fue como nacieron los dioses eldar:

Asuryan, padre de dioses y señor del equilibrio. Juez imparcial y guardián implacable.

Khaine, señor de la guerra y fuente de ira. El que empuña la lanza contra el enemigo.

Lileath, vidente y adivina. Guía entre las profundidades del inmaterium.

Vaul, dios de la forja y la destreza. Creador de armas y gemas igualmente perfectas.

Kournous, cazador entre la espesura. Señor de la naturaleza.

Isha, madre de todos los eldar. Diosa protectora, procuradora de fecundidad.

Y otras muchas más deidades menores fueron creadas. Y convivieron en paz con el pueblo eldar pues estos le procuraban su veneración y aquellos les proporcionaban todos los dones habidos en la galaxia.

Pero la tranquilidad fue quebrada. Pues Lileath profetizó que los dioses verían su fin a manos del pueblo eldar. Y hubo una gran consternación entre todas las deidades, pero la furia de Khaine no tenía rival y decidió erradicar a todos los eldar para evitar la siniestra profecia de Lileath. Sin embargo, Khaine no llegó a ejecutar sus palabras pues Isha intercedió a favor de los eldar ante Asuryan, y el Dios Juez viendo que nada bueno podría venir de la ira de Khaine decidió separar a Dioses y eldar mediante una barrera infranqueable. De manera que ni unos ni otros pudieran estar más en contacto entre sí.


Pero Isha, que amaba a sus hijos por encima de todas las cosas, lloró amargamente por la decisión del Padre de los Dioses. Y Vaul, compadeciéndose de la tristeza de la Diosa Madre, cogió sus lágrimas y con ellas elaboró las gemas más finas y perfectamente elaboradas que nunca hubo o habrá.

Isha enjugó sus lágrimas pues mediante las joyas elaboradas por el Dios de la Forja podría comunicarse con sus hijos pese a la prohibición del Dios Juez. Y así hizo, regalándoselas a los más grandes de entre los eldar. Mediante las gemas Isha y Kournous, pues eran los dioses que en más estima tenían a los eldar, evitaban la prohibición de Asuryan y guiaban y enseñaban al pueblo que amaban.

Pero Khaine cayó en cuenta de la burla y corrió a comunicar al Dios Juez que su decisión había sido violada. Y Asuryan, advirtiendo la celada, permitió a Khaine tomarse justicia. Y así, el Dios del Asesinato apresó a Isha y Khournous y los cargó de pesadas cadenas de hierro antes de llevárselos consigo a su reino tenebroso.

Aquí termina la leyenda de las Lágrimas de Isha. Una advertencia para todos aquellos que osan cuestionar las decisiones del Gran Juez. Sean estos Dioses o mortales.

"Lágrimas de Isha" es una campaña sacada a la venta por GW para WHF en 1997 (arriba la imagen de su portada) y que desgraciadamente es imposible de comprar actualmente. En el universo de WH 40K las referencias a las lágrimas de Ishas son escasas, remontándose a la época del Rogue Trader

Decenas de miles de milenios después, los Ancestrales regresaron.

Habían partido como seres omnipotentes. Casi Dioses a los ojos de los primeros eldar. Pero los Ancestrales que ahora se presentaban no eran los que se relataban en las leyendas.

Sus naves plateadas se encontraban dañadas y surcaban el espacio con dificultad. Sus hombres se encontraban heridos y morían de cansancio y sus psíquicos, antes de mirada noble y poderosa, se sobrecogían ante las mareas de disformidad.

Los Ancestrales habían entrado en guerra contra una raza casi tan antigua como ellos: los Necrontyr. Y la estaban perdiendo.

Los Necrontyr, movidos por el odio hacia los Ancestrales, habían desencadenado poderes arcanos que ni tan siquiera comprendían. En su locura, habían liberado a los C`Tan de su largo sueño. Horrores formados por energía pura, los C`Tan habían servido en un principio a los Necrontyr pero pronto los esclavizaron y se convirtieron en sus amos. En una orgía de devastación que duró siglos los C`Tan devoraron a los Necrontyr saciando así su eterna sed. La raza que había desatado la Guerra de los Cielos fue convertida por voluntad de los C`Tan en una legión de máquinas cuyo único objetivo era servir a sus amos en su perpetua cosecha de la galaxia. Los eldar los llamaron Yngir y pronto la lucha tiñó las estrellas de sangre.

Los Ancestrales habían intentado luchar contra los C`Tan y sus servidores mecánicos, pero en los primeros compases de la guerra fueron casi aniquilados.

Entonces, movidos por la desesperación, los Ancestrales giraron su mirada hacia las razas con las que habían entrado en contacto en el pasado. Impulsaron a los eldar a hacer más y profundos avances en el uso de la disformidad como arma. Ya que los C`Tan eran vulnerables a este tipo de ataques, pues para ellos el espacio disforme era el vacío, un anatema de su propia existencia.

Los eldar y los Yngir lucharon largamente por toda la galaxia. Fue en este momento cuando la raza eldar proyectó hacia la disformidad sus sentimientos más ocultos. La desesperación, el sufrimiento y la ira sufrida por los eldar a un nivel nunca antes visto fueron aglutinándose en el océano de la dimensión paralela. Como la podredumbre de una herida mal curada.

En su necesidad, los Ancestrales crearon nuevas razas galácticas que les sirvieran como arma. Muchas de estas razas fueron exterminadas por los C`Tan, pero otras como los Kork, los K`nib y los Jokaero sobrevivieron a la plaga de los vampiros espaciales.

Finalmente, el propio Dios del Asesinato Khaine acudió a la guerra contra los C`Tan y sus aliados Yngir. Khaine había hecho un pacto con Vaul.

El Dios de la Forja, compadeciéndose de sus hermanos que sufren tormento prisioneros de Khaine, se comprometió a forjar para el Dios de la Guerra 100 espadas únicas en el universo. Cuya fuerza y filo no sean igualadas por ninguna espada forjada jamás. A cambio, pide la libertad de Kournous e Isha.

El Dios del Asesinato accede al pacto con el Forjador. Sin embargo Vaul, incapaz de forjar las 100 espadas en el plazo previsto, mezcla una espada corriente junto con los 99 filos espectrales que ha forjado para Khaine. Éste, sin sospechar nada libera a Kournous e Isha y, tomando las 100 espadas, marcha a la guerra contra los C`Tan.

A su lado, luchan 100 héroes eldar armados cada uno con un filo espectral. Durante siete días y siete noches combaten contra un mar de engendros metálicos. Sin embargo, a la caída del séptimo día, un guerrero flaquea. Es Lanthrilaq el Veloz. Su espada parece pesada e imperfecta. El filo de su arma no contiene vida.

Aprovechando el punto débil, los Yngir atacan y desbandan a los guerreros eldar. Khaine ruge de rabia al descubrir el engaño. El Dios de la Guerra resuella un último desafio contra el más poderoso de los C`Tan: Khaelis-Ra. El Portador de la Noche. El que acaba con la luz.

La lanza de Khaine y la guadaña de Khaelis-Ra se encuentran sobre un océano de cadáveres. Khaelis-Ra es paciente. Todo lo paciente que puede ser la encarnación de la muerte en el plano físico. Sabiendo que tarde o temprano su oponente agotará sus fuerzas y entonces podrá segar la cosecha madura.

Sin embargo, un tercer contendiente participa en la pelea. Sus movimientos son sutiles y su forma tan sólo sombras. Es el Dios que Ríe, el Embaucador o Mephet´ran puesto que sus caras son miles y los subterfugios que usa en la guerra son tan numerosos que no es posible descubrir no ya su identidad sino ni tan siquiera su alineamiento.

De esta manera, el Dios que Ríe distrae a Khaelis-Ra de la lucha. Nada más necesita Khaine para ensartar al enemigo con su lanza. Khaelis-Ra derrotado, se retira del plano material, pero el aullido de su espíritu amargado por la derrota es audible por toda la galaxia. Así fue como la semilla del miedo a la muerte fue sembrada en el alma de todas las razas. Tan sólo los Krork se salvaron de ella y esa es la causa de que no teman al fin de la vida que aguarda a todos los mortales.

Aún victorioso, Khaine ha sufrido numerosas heridas. Miles de fragmentos metálicos de la carcasa destruida de Khaelis-Ra se clavan en su piel torturándole por toda la eternidad. No obstante, el ansia de venganza es aún mayor en él y, aún con sus fuerzas mermadas, Khaine acude dispuesto a cobrarse justo precio por la traición de Vaul.

Durante este tiempo Vaul ha forjado la centésima espada. Imbuyéndola de los más letales poderes. Es el arma definitiva. Más letal que el veneno y más caliente que mil soles: Erradicadora.

Vaul se dispuso a enfrentarse a Khaine con su letal arma, pero es en este momento cuando el más grande de los héroes eldar intercede. Eldanesh, el de alta mirada.

Derrotada la amenaza de los Yngir y expulsada la oscuridad de Khaelis-Ra, Eldanesh no quiere que la guerra se extienda a las cúpulas celestiales. Tomando Erradicadora de las manos blancas de Vaul, Eldanesh se enfrenta a Khaine en un intento de atajar su furia.

El Dios de la Guerra es un adversario mortal. Sin embargo, el gran poder de Erradicadora es letal en las diestras manos de Eldanesh y la lucha se alarga durante horas.

Finalmente, el poder de un Dios es demasiado incluso para la figura de Eldanesh y el eldar cae abatido. Khaine, sediento de rabia y furia, sumerge su mano en el sangrante cuerpo de Eldanesh. Para los eldar Khaine se convertirá en el Dios de la Mano Ensangrentada. Y así, cuando su plano físico se manifiesta ante ellos el avatar de Khaine muestra un espectro horrible, cuya mano gotea incesantemente la sangre de Eldanesh.

Fue de esta manera, con el sacrificio del gran Eldanesh, como acabó la Guerra de los Cielos.

El pueblo eldar cumplió su luto y tomó los merecidos frutos de su victoria. Todo lo que abarcaba la mirada era suyo y nadie ni nada podía disputarles el dominio de la galaxia.

Los hijos de los eldar que habían luchado en la Guerra de los Cielos mantuvieron la mirada atenta y las espadas preparadas. Sus nietos guardaron los fuegos ceremoniales y respetaron las ceremonias. Los hijos de los nietos recogieron el testimonio de antiguas historias que aseguraban que, tiempo atrás, una gran contienda había asolado la galaxia. Los nietos de los nietos escucharon las leyendas, incrédulos. Los hijos de los nietos de los nietos que habían luchado en la Guerra de los Cielos desecharon los relatos, por ridículos, y miraron siempre hacia delante sin pararse a contemplar el pasado.

Así se fraguó la catástrofe. El principio del fin de los días. La gran persecución. La Caída.

Tomaron más de lo que les correspondía, sin ni siquiera ofrecer nada a cambio. Los eldar habían conquistado toda la galaxia y forjado un poderoso imperio, pero no habían derramado ni una sola gota de sudor en el proceso. Pronto el precio de lo más vanal fue desorbitado y sólo lo más oculto, retorcido y horrible era objeto de deseo por el eldar común. ¡Hasta tal punto se veían colmadas todas las necesidades de este pueblo maldito!

Nadie podrá decir que no hubo señales del mal que se avecinaba, pero no hubo quien atendiera o supiera desentrañar su significado . De la fuente de Bvarthó, creada por la propia mano de Isha, manó sangre durante semanas hasta que se secó para siempre. Las lágrimas de Lhorain cayeron sobre Ivranill arrasando el obsceno culto del Guantelete de Terciopelo. Un millar más de avisos fueron enviados por los dioses a su pueblo, pero este les dio la espalda.

Días antes de la Caída, las mareas de disformidad que bordean el plano físico se retiraron. Los videntes se vieron inundados por dantescas visiones de matanzas sin fin. Muchos de ellos se lanzaron a las calles a realizar lo que habían visto. La destrucción se había cernido ya sobre el imperio eldar, simplemente aún no se habían dado cuenta.

Nectarinas olas de disformidad pura rebasaron sus cauces habituales e impactaron de lleno en el plano material del espacio. La galaxia se inundó, filtrándose la disformidad por miles de agujeros creados por la locura eldar. Las orgullosas torres eldar fueron arrasadas en meros segundos. El imperio se hundía en su propia bilis.

"Y contemplaron la destrucción y los locos rieron porque reconocían el final"

Pero esa catástrofe no era más que el síntoma de una más grande y terrible. El desequilibrio en las mareas de disformidad había sido causado por el mero parpadeo de un monstruo que había despertado del infierno del que nunca debería haber salido. Su sed habría bastado para secar cientos de galaxias. Ciertamente, condenó a la raza eldar a la extinción.

La Sedienta, el Gran Enemigo, el Espectro Eterno nació, y el parto tiñó de sangre al pueblo eldar. La Sedienta devoró las almas de los eldar supervivientes y se coronó como reina de la destrucción entre los restos de su arruinado imperio

Entonces, los pocos eldar que no habían perecido ante la depravación de la Sedienta, huyeron lejos del regalo que habían hecho al resto del universo. Su desgracia se consumó de esta manera, pues quedaron divididos y débiles. Temerían siempre en su corazón la caza de la Sedienta. Y vivirían entre las sombras, como las sombras que eran. Pálidos reflejos de una época dorada, unas pocas luces destinadas a ser apagadas.

Hasta el olvido final.

Esto es el conflicto eldar conocido como "la guerra en el cielo".

anotacion: Una de las armas biologicas usadas por los Ancestrales contra los Necrotyr (despues del encuentro con los C'tan seran conocidos como necrones) son los orkos.

loooooool orcos combertidos en no-muertos? XDDD estos de blizzard como plagian, no? XDDDD.

Para los que no lo saben:

Blizzar tiene mucho de empapado de Warhammer:

Ejemplos: Los elfos sangrientos sacan su poder de una fuente, sta fuente tiene gran numero de parecidos con el vortice de la isla de los muertos de ulthuan (altos elfos tambien, que casualidad)

Como Lineage 2, que el mapa de la primera cronica es una calca del mapa de loddos war.